Todos los días de mi vida.
Recuerdo la vez en la que le dije que si tenía que escoger a dos personas, que la quería a ella dos veces. Que si en vez de quedarme en la cama, tuviese opción de viajar sobre su cuerpo, me tendría en su puerta en dos minutos. Y que la quería, mucho, bien y todos los días de mi vida.
Tiemblo cada vez que escucho tu nombre y pierdo la noción del tiempo cuando te beso. Largo y tendido, como el paseo de tu boca por la mía. Durante ese canción que es tan nuestra que llega a sustituirte, aunque nunca del todo, en las noches en las que no te tengo. Demasiadas ganas de sentir la más que feliz historia de tu cuerpo sobre el mío. Matar a todos los monstruos de tu cabeza y no dejarle sitio a las mariposas que ocupan tanto en ti. Volar alto, volver y vivir al saber que incluso sin estar, sigues estando tan tatuada en mí que lates. Todavía lo recuerdo, venías en son de paz y te la traías contigo. Querías sentir eso que siente la lluvia acariciando tu piel, esa sensación de tenerlo todo. Mirándote a los ojos, deseé ser agua y no dejar ni un solo rincón de tu cuerpo sin besar. Maldita locura.